Charlie Kirk: Between Sown Hatred and the Machinery of Power - [ESP/ENG]

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En estos días se habla demasiado de Charlie Kirk y no por un debate académico, no por un ensayo de promulgor de la derecha, ni mucho menos por un logro social, sino por la violencia. El hecho en sí fue su muerte que se convirtió en un punto de inflexión, un escenario donde se cruzan la política, el poder, la impunidad y la desesperanza de una sociedad polarizada. Y aunque la muerte nunca debería celebrarse, sí podemos y debemos analizar lo que revela: que quien siembra odio, violencia cosechará, y no se hagan los sorprendidos.
These days, too much is being said about Charlie Kirk, and not because of an academic debate, a right-wing essay, or any kind of social achievement, but because of violence. The fact itself—his death—became a turning point, a stage where politics, power, impunity, and the despair of a polarized society intersect. And while death should never be celebrated, we can and must analyze what it reveals: whoever sows hatred will reap violence, so don’t act surprised.

Charlie Kirk fue, durante años, una de las caras visibles de la nueva derecha estadounidense, supo construir su personaje como defensor de “la libertad”, le sonará discursivamente parecido aquí en argentina, entendida en clave neoliberal, reaccionaria y fuertemente cargada de discursos anti-inmigrantes, anti-feministas y anti-progresistas. Su estrategia nunca fue inocente: sabía que el escándalo vende, que el insulto genera más clics que la reflexión, que el enfrentamiento directo garantiza visibilidad.
For years, Charlie Kirk was one of the visible faces of the American new right. He built his persona as a defender of “freedom”—which may sound rhetorically familiar here in Argentina—framed in neoliberal, reactionary terms, and heavily loaded with anti-immigrant, anti-feminist, and anti-progressive discourses. His strategy was never innocent: he knew that scandal sells, that insult generates more clicks than reflection, and that direct confrontation guarantees visibility.

Kirk fue aplaudido por sectores que veían en él a un “guerrero cultural”, alguien capaz de decir sin tapujos lo que otros callaban. Pero esa valentía aparente escondía un mecanismo simple: instalar el odio como bandera. Lo que en otros tiempos podía llamarse discurso político, en su boca se convertía en slogan, en insulto directo, en provocación diseñada para viralizarse.
Kirk was applauded by groups who saw in him a “culture warrior,” someone bold enough to say openly what others avoided. But that supposed bravery hid a simple mechanism: turning hatred into a flag. What might once have been called political discourse, in his mouth became a slogan, a direct insult, a provocation designed to go viral.

Cuando la impunidad se vuelve escudo. El caso Kirk expone otra faceta más cruda: la forma en que el sistema protege a quienes lo alimentan, porque claro, piden pena de muerte a quien lo asesinó, pero y el policía que mató al hombre negro y que salió libre? No hablamos de un ciudadano común, ni siquiera de un político cualquiera. Hablamos de alguien que gozaba de redes de financiamiento, espacios mediáticos, respaldo institucional. Su capacidad de sembrar odio no era solo personal: era también estructural. Tenía un aparato a disposición.
When impunity becomes a shield. The Kirk case exposes a harsher side: the way the system protects those who feed it. Of course, they call for the death penalty for his killer—but what about the cop who killed a Black man and walked free? We’re not talking about an ordinary citizen or just any politician. We’re talking about someone who had networks of financing, media platforms, institutional backing. His ability to sow hatred was not just personal; it was structural. He had a whole apparatus behind him.

Por eso, cuando se produjo su caída, la maquinaria actuó de inmediato. Voceros oficiales, medios aliados, sectores políticos conservadores salieron a presentarlo como una víctima absoluta. Y ahí está la trampa: alguien que durante años sembró odio, exclusión y violencia simbólica, de repente se transforma en mártir, en ejemplo de lo que “la izquierda radical” o “los enemigos de la libertad” pueden provocar. El sistema que nunca defendió a quienes sufrieron discriminación, acoso o ataques inspirados por los discursos de Kirk, ahora llora su muerte como si fuera la tragedia mayor de nuestro tiempo.
That’s why, when he fell, the machinery kicked in immediately. Official spokespeople, allied media, conservative political sectors rushed to present him as an absolute victim. And that’s the trap: someone who for years spread hatred, exclusion, and symbolic violence suddenly becomes a martyr, an example of what “radical leftists” or “enemies of freedom” can provoke. The same system that never defended those who suffered discrimination, harassment, or attacks inspired by Kirk’s speeches now mourns his death as if it were the greatest tragedy of our time.

Sembrar odio, cosechar violencia. La frase puede sonar dura, pero es inevitable: quien instala el odio como política no puede esperar un desenlace pacífico. No se trata de justificar la violencia contra él —la muerte no es algo que se deba alentar—, sino de entender el contexto. Cuando se alimenta a la sociedad con discursos de exclusión, cuando se señala al inmigrante, a la mujer, al pobre, al disidente como enemigo, se está sembrando pólvora. Y la pólvora siempre encuentra chispa.
Sow hatred, reap violence. The phrase may sound harsh, but it’s inevitable: anyone who installs hatred as politics cannot expect a peaceful outcome. This is not about justifying violence against him—death is never something to be encouraged—but about understanding the context. When society is fed with discourses of exclusion, when immigrants, women, the poor, or dissidents are pointed to as enemies, gunpowder is being laid down. And gunpowder always finds a spark.

Lo más indignante, sin embargo, no es la muerte en sí ya que no lo lamento, es una muerte irónica, sino la manera en que se articula la defensa post mortem. En lugar de abrir un debate sobre cómo el odio alimenta la violencia, lo que vemos es una defensa cerrada del personaje. Como si el sistema temiera que aceptar esa relación lo obligara a hacerse cargo de su complicidad.
What’s most outrageous, however, is not the death itself—I don’t mourn it, it’s ironic—but the way the post-mortem defense is staged. Instead of opening a debate about how hatred fuels violence, what we see is a closed defense of the man. As if the system feared that acknowledging the link would force it to face its complicity.

Lo peligroso de personajes como Kirk no es solo lo que dicen, sino lo que habilitan. Cada insulto suyo legitimaba a miles para repetirlo, para reproducirlo en la vida cotidiana. Y no hablamos solo de palabras: hablamos de violencia concreta. De mujeres acosadas, de inmigrantes perseguidos, de minorías señaladas como amenaza. Cuando un líder político o mediático habla con odio, convierte a su público en ejército y sectorizan la violencia (contra otros bien, contra nosotros mal).
The danger of figures like Kirk is not only what they say, but what they enable. Each insult of his legitimized thousands to repeat it, to reproduce it in daily life. And it wasn’t only about words: it was about real violence. Harassed women, persecuted immigrants, minorities branded as threats. When a political or media leader speaks with hatred, he turns his audience into an army and channels violence (against others “good,” against us “bad”).

Dejar esto en claro es importante: no se trata de celebrar la muerte de nadie. La violencia solo reproduce más violencia. Pero tampoco se trata de callar lo que esa muerte revela. En el espejo de Kirk vemos lo que ocurre cuando la política se reduce a sembrar odio: el discurso vuelve como hecho.
It’s important to be clear: this is not about celebrating anyone’s death. Violence only breeds more violence. But nor is it about silencing what his death reveals. In Kirk’s mirror, we see what happens when politics is reduced to sowing hatred: the discourse comes back as reality.

Charlie Kirk no fue un pensador profundo ni un político con visión estratégica, fue un simple payaso más como Milei, un provocador profesional, un sembrador de odio. Y como todo sembrador de odio, cosechó violencia. Su muerte expone la hipocresía de un sistema que protege a los suyos mientras margina a los que siempre sufrieron exclusión.
Charlie Kirk was not a deep thinker or a politician with strategic vision. He was just another clown like Milei, a professional provocateur, a sower of hatred. And like every sower of hatred, he reaped violence. His death exposes the hypocrisy of a system that protects its own while marginalizing those who have always suffered exclusion.

El futuro no debería centrarse en llorar al provocador, sino en debatir lo que su figura deja expuesto: ¿qué hacemos con los discursos que convierten al otro en enemigo? ¿qué responsabilidad tienen los medios y las instituciones cuando amplifican esas voces? ¿hasta cuándo vamos a permitir que la política sea el show del odio, en lugar de la construcción colectiva?
The future should not focus on mourning the provocateur, but on debating what his figure exposes: What do we do with discourses that turn the other into an enemy? What responsibility do the media and institutions bear when they amplify those voices? How much longer will we allow politics to be the show of hatred instead of collective construction?

Fuentes:



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